Accidentalmente rompí la alcancía de mi hijo de 14 años que no había visto antes. Me sorprendió lo que había dentro.

 

Mi corazón latía con fuerza mientras escuchaba. “¿Por qué no me lo dijiste?”

Jake suspiró, con lágrimas en los ojos. «Tenía miedo, mamá. No quería hacerte daño. Pero entonces… confronté a papá. Le enseñé las fotos y le pedí dinero para que no dijera nada».

Lo miré fijamente, con la mente acelerada. “¿Chantajeaste a tu padre?”

Jake asintió, con aspecto avergonzado. “Sí, y me pagó. Guardé el dinero en la alcancía porque no sabía qué hacer con él”.

Sentí una oleada de traición que me invadió. No solo David me engañaba, sino también Jake. Mi propio hijo, quien guardaba este horrible secreto y lo usaba para ganar dinero. No sabía a quién le guardaba más rencor: a mi esposo por su infidelidad o a mi hijo por su traición.

Las lágrimas me corrían por la cara. “¿Cómo pudiste hacer esto, Jake? ¿Cómo pudiste ocultármelo?”

Jake también empezó a llorar. “Lo siento, mamá. Creí que te estaba protegiendo”.

Sentí que me ahogaba. El peso de su traición era insoportable. Necesitaba recuperar el control de mi vida. «Jake, ve a tu habitación. Necesito pensar».

Mientras se alejaba, sentí una mezcla de tristeza y rabia. Amo a mi hijo, pero sus acciones me hirieron profundamente. No podía seguir en este matrimonio. Tenía que hacer lo mejor para mí.

 

 

 

Continúa en la página siguiente⏭️