—Para demostrarte que el final que me diste no fue un final en absoluto —dijo Laura en voz baja—. Fue el comienzo de algo más grande.
En ese momento, la puerta del avión se abrió y tres niños entraron corriendo, gritando “¡Mamá!” y abrazándola. Curtis se quedó paralizado.
—Éste es el señor Curtis —les dijo Laura con cariño—. Un viejo amigo.
Tras saludarlo cortésmente, los niños salieron corriendo. Laura se volvió hacia él. «Nunca necesité venganza. Lo que quería era paz. Y la encontré en la maternidad y en crear una vida que jamás imaginaste».
A Curtis se le hizo un nudo en la garganta. “Son… preciosos.”
—Gracias —dijo Laura suavemente.
Pero tu viaje termina aquí. El mío está en camino.
Mientras descendía, Curtis vio despegar el avión, con Laura y los niños a bordo. Comprendió que no solo había perdido a su esposa, sino también la prueba de que el amor y la perseverancia pueden florecer incluso en las condiciones más difíciles.
Y esta vez, no habría una segunda oportunidad.
