El arresto de Robert Lang conmocionó a la policía. Su tapadera había sido cuidadosamente construida, sus huellas cuidadosamente ocultadas. Pero la valentía de Emily —y la vigilancia de Daniel— habían revelado el misterio.
El sheriff Harlan le agradeció personalmente a Daniel. “La mayoría lo habría ignorado”, dijo. “Usted no lo haría”.
Semanas después, Daniel conoció a Emily en su hogar de acogida. Ella corrió a sus brazos, sonriendo tímidamente, finalmente a salvo. Pero su camino hacia la recuperación apenas comenzaba.
Para Daniel, el recuerdo de aquella cena, la mano alzada, la súplica susurrada, el golpe violento, violento, quedó grabado en su memoria. Supo entonces que la más mínima señal, una vez respondida, podía cambiarlo todo.
