La vida ha cambiado para mí desde entonces y nunca he olvidado tu generosidad. Ahora quiero recompensarte de una manera que marque la diferencia para ti y tus hermosas hijas.
Dentro de esta caja hay suficiente para ayudarte a empezar de cero. El dinero es tuyo para gastarlo como necesites, y también hay un cheque para apoyarte aún más.
Me mostraste el poder de la bondad, y ahora me toca a mí devolver el favor.
Feliz Navidad,
Un amigo.
Los sollozos de Samantha salían ahora libremente mientras sus hijas se aferraban a ella, ofreciéndole consuelo con sus pequeñas manos.
Durante los siguientes días, Samantha tomó medidas para asegurarse de que el regalo cambiara sus vidas para mejor. Saldó deudas, arregló su casa y finalmente persiguió su sueño de emprender un negocio de repostería. Con el dinero restante, montó un pequeño espacio de trabajo en la cocina y lanzó “Samantha’s Sweets”. Los pedidos no paraban de llegar y, pronto, su negocio se convirtió en un negocio próspero para la comunidad.
Sus hijas miraban con orgullo, sus caras brillaban cada vez que veían su logo en una caja.
“Mamá, ¿estás feliz ahora?”, preguntó Anna una noche mientras decoraban galletas juntas.

—Sí, mis amores —dijo Samantha con el corazón lleno—. Y me han hecho aún más feliz.
Desde entonces, cada Navidad, Samantha y sus hijas horneaban galletas para entregarlas a familias necesitadas, dejándolas de forma anónima en las puertas de sus casas.
«Nunca se sabe hasta dónde puede llegar un acto de bondad», les decía Samantha a sus hijas cada año. Y ellas le creyeron.
