Fue simplemente otro típico viaje en metro a casa.

 

 

 

Hablamos brevemente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Me habló de su difunto esposo, de sus hijos lejanos y de lo solitarios que se habían vuelto sus días. Antes de bajarse, me apretó la mano y me dio las gracias de nuevo.

 

 

Mientras se alejaba, me entregó una nota doblada. No la abrí hasta llegar a casa. Dentro había un mensaje sencillo escrito con letra cuidada:

Tu generosidad fue más importante de lo que imaginas. Aquí tienes una pequeña recompensa: un vale de comida para una cafetería que mi esposo y yo solíamos visitar. Espero que te traiga la misma alegría que me trajo a mí.

El café era un lugar que siempre había querido probar. Fui al día siguiente.

La comida fue increíble, pero más que eso, la experiencia me recordó cómo estos pequeños actos (un par de zapatos, una mano firme) pueden tener una repercusión mediática y dejar marcas duraderas.

Ese día, sentado bajo la cálida luz del café, me di cuenta de que la amabilidad es contagiosa. Nunca se sabe quién está mirando ni el alcance de tus acciones.

Así que la próxima vez que se presente la oportunidad, aprovéchala. Sé la persona que ayuda, que presta atención, que da, porque incluso el gesto más pequeño puede significar mucho para alguien.