No había ido para acercarse a Dios.
Él se había alejado de nosotros.
Me fui a casa sin decir palabra. No quería estallar delante de los niños. Me encerré en el baño. Me miré en el reflejo. No sabía si llorar, gritar o destrozarlo todo.
Esa noche me envió un mensaje:
Todo va bien por aquí. Estoy pensando en ti ❤️ .
Y yo seguía mirando su tienda, su Biblia, sus botas… en mi garaje.
Todavía no sé qué voy a hacer. Pero lo que sí sé es que nunca más volveré a doblar su ropa sobre una mentira.
Ya no creeré en palabras disfrazadas de oraciones.
Y nunca enseñaré a mis hijos que la fe es fingida.
