La increíble aventura de un cachorro héroe en la comisaría de Pinewood

Siguiendo al perro, Daniels salió de la estación, dejando atrás el olor a café y el aire circundante. La llovizna había convertido los callejones en superficies brillantes. El cachorro corría hacia adelante, girándose con frecuencia para comprobar que Daniels lo seguía.

Siguieron senderos ocultos, cruzaron bosques y callejones abandonados hacía tiempo. Después de veinte minutos, el animal se detuvo cerca de un pequeño canal donde el agua fluía rápida y sigilosamente.

En ese momento se escuchó un débil grito.

— ¡AYUDA! —Una pequeña voz.

Un niño se aferraba a una rama, con el cuerpo empapado y medio sumergido en el agua, temblando. Sucio, mojado y aterrorizado. El cachorro le ladraba con fuerza.

Daniels pidió refuerzos de inmediato y corrió a agarrar al niño del brazo y sacarlo del agua. Sollozando, el niño se acurrucó contra el perro.

“Se llama Zuko”, dijo con dificultad. “Es mi perro. Me buscó y luego fue a buscar ayuda”.

Un final emotivo

Trasladado al hospital, el niño salió ileso a pesar del miedo y el frío. Sus padres, que llegaron entre lágrimas, continuaron dándole las gracias, abrazando a Zuko como si fuera un ángel del cielo.

En la estación, en el tablero del héroe colgaban una foto: Zuko rodeado de oficiales, luciendo un sombrero de policía en miniatura.

Allí apareció una placa hecha a mano:

“Zuko, el héroe más pequeño… pero con un corazón enorme.”

 

 

 

 

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