La siguiente parteMichael Carter, un trabajador de la construcción de 35 años de un pequeño pueblo de Texas, llevaba una vida tranquila y solitaria.
Trabajaba muchas horas en obras, llegaba a un apartamento vacío y nunca hablaba mucho de amor. Años atrás, la traición lo había dejado amargado y había decidido que las relaciones románticas no valían la pena.
Sin embargo, con el tiempo, sus hábitos frugales dieron sus frutos. Viviendo modestamente, Michael había ahorrado casi 15.000 dólares, una suma que sus vecinos consideraban una fortuna en su pequeña comunidad. Fue suficiente para comprar un terreno, construir su primera casa o, finalmente, establecerse.
Una tarde, durante su hora de almuerzo en el sitio, Michael estaba revisando su teléfono y se encontró con una publicación de Facebook compartida por un grupo de voluntarios. Contaba la historia de Emily Rhodes, una mujer de 28 años que, justo antes de graduarse de la universidad, fue atropellada por un conductor ebrio. El accidente la dejó paralizada de cintura para abajo.
Su padre había fallecido años antes, su madre estaba frágil y enferma, y Emily vivía tranquilamente en una pequeña y destartalada casa a las afueras de Mississippi. Pasaba la mayor parte del día en silla de ruedas, dando clases gratuitas en línea y leyendo cualquier libro que pudiera pedir prestado.
El mensaje finalizó con una frase que dejó a Michael paralizado:
“Su mayor sueño”, dijo una vez, “es usar un vestido de novia, aunque sea una vez en su vida, para saber que tiene un hogar”.
A Michael se le encogió el pecho. No era lástima, ni un impulso. Era algo más profundo: un instinto que lo atraía hacia ella. Sin decírselo a nadie, pidió unos días libres, subió a un autobús y se fue directo a Misisipi.
Cuando conoció a Emily, se quedó atónito. La joven en silla de ruedas, con sus esbeltas piernas bajo una manta, poseía una belleza intacta. Su rostro estaba desnudo, su sonrisa vacilante, pero su presencia irradiaba una calidez que lo hacía querer quedarse.
Hablaron durante horas durante los primeros días. Michael se enteró de que ella seguía estudiando idiomas en su teléfono, dando clases particulares por Zoom y aprendiendo sin parar. A pesar de su cuerpo destrozado, su espíritu era inquebrantable.
Continúa en la página siguiente⏭️
