Daniel se quedó paralizado frente a la puerta. ¿Secretos? ¿Qué quiere decir?
Al día siguiente, notó que ella evitaba las preguntas sobre su pasado. Cada vez que le preguntaba dónde había aprendido esas canciones de cuna o cómo sabía tanto sobre niños traumatizados, cambiaba de tema.
Empezó a preguntarse: “¿Quién es Amara exactamente?”. ¿Y por qué siento que ella sabe más de mi familia que yo? Paquetes vacacionales familiares.
Daniel no podía sacarse de la cabeza las palabras susurradas de Amara: “Tienes secretos que ni siquiera tu padre entiende todavía”.
¿Qué podría ella saber?
Esa noche, después de que los gemelos se durmieran bajo el cuidado de Amara, Daniel se acercó a ella en la tranquila cocina.
—Escuché lo que les dijiste anoche —empezó con cautela—. ¿A qué te referías con «secretos que no entiendo»?
Amara levantó la vista lentamente, con el rostro impasible. “Aún no me corresponde a mí decirlo”.
“¿Siempre?” La voz de Daniel se endureció. “Amara, no puedes decir algo así y esperar que lo ignore. Si sabes algo sobre mis hijos, tengo derecho a saberlo.”
Dejó el biberón que estaba lavando. «Necesito que confíes un poco más en mí. Los gemelos aún son frágiles. Apenas están empezando a dormir del tirón, a sentirse seguros. Si te lo digo ahora, podría… molestarlos».
Daniel se acercó. «Amara, te contraté para ayudar a mis hijos, pero también necesito honestidad. Lo que ocultas nos concierne a ellos y a mí».
Ella suspiró y finalmente dijo: “Ven a la guardería después de medianoche. Te lo mostraré”.
Horas después, Daniel esperaba en el pasillo. Exactamente a medianoche, Amara le hizo señas para que entrara en la habitación oscura. Los gemelos se movieron un poco, pero no lloraron. Ella se arrodilló entre sus cunas, tarareando la misma extraña canción de cuna.
—Mira —susurró ella.
Empezó a cantar suavemente, con letras en un idioma que Daniel no reconoció. Los gemelos, aún medio dormidos, extendieron sus manitas hacia ella, como si entendieran cada nota.
Entonces ocurrió algo asombroso: sonrieron. No la sonrisa espontánea y cariñosa de los bebés, sino una sonrisa profunda y concentrada.
—Conocen esta canción —dijo Amara en voz baja—. Tu difunta esposa se la cantaba en el vientre materno.
Daniel se quedó paralizado. “¿Qué? ¿Cómo lo sabes?”
La voz de Amara tembló. «Porque ella me enseñó».
El corazón de Daniel latía con fuerza. “¿Conocías a mi esposa?”
—Sí —admitió Amara—. Hace años. Fui enfermera en la sala de maternidad donde dio a luz. Confió en mí… incluso me pidió que los cuidara si alguna vez le pasaba algo.
A Daniel le daba vueltas la cabeza. «Es imposible». Tras su muerte, nadie te mencionó. Y tú, ¿por qué esperaste seis meses para denunciarlo? ¿Por qué no lo hiciste antes?
Amara bajó la mirada. “Porque alguien no quería que me acercara. Alguien poderoso. Recibí amenazas después del funeral de tu esposa, aconsejándome que me alejara. No querían que los gemelos se criaran como tu esposa quería.”
“¿Quién?” preguntó Daniel.
Amara dudó. «No lo sé con exactitud, pero creo que es alguien cercano. Alguien que se aprovecha de tu distracción, de tu agotamiento… quizá incluso demasiado destrozado para dirigir tu imperio».
Daniel sintió un escalofrío. ¿Será la empresa? ¿Mi fortuna?
Amara continuó: “Tu esposa sospechaba que quienes te rodeaban corrían peligro. Me pidió que protegiera a los gemelos si ella no podía”.
Daniel la miró fijamente, dividido entre la incredulidad y el hecho innegable: ella era la única que podía calmar a sus hijos, la única que conocía la canción de cuna que su esposa le cantaba en privado.
En los días siguientes, Daniel comenzó a investigar discretamente a su entorno: miembros de la junta directiva, familiares e incluso empleados de larga trayectoria. Descubrió irregularidades financieras, comunicaciones sospechosas y una cláusula oculta en su testamento que preveía la transferencia de una parte significativa del control de su empresa a Daniel si algo le sucedía a él o a sus hijos. Paquetes vacacionales familiares.
Una noche, mientras revisaba documentos en su oficina, se dio cuenta: “No son solo los bebés los que no pueden dormir. Alguien quería destruirme. Hacerme vulnerable”.
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