“Mamá, ¿quieres conocer a tu clon?”: Lo que dijo mi hija de 5 años reveló un secreto para el que no estaba preparada.

 

“¿Por qué nadie me lo dijo?”, pregunté. “¿Por qué nos separaron?”

La tía Sofía suspiró. Su rostro se contrajo, no por la edad… sino por el dolor.

—No se suponía que debían separarse, mi amor —dijo en voz baja—. Gloria los amaba a ambos. Pero sus padres lo estaban pasando mal en aquel entonces. Todavía vivían en el pueblo antes de que su padre encontrara un trabajo estable en la ciudad. Apenas tenían comida para dos adultos, y mucho menos para dos bebés.

Ella dejó su taza y nos miró directamente.

Camila, naciste perfecta. ¡Rosa, ruidosa y fuerte! Pero Emily… no respirabas. La partera te atendió un rato. Tu madre pensó que te iba a perder. Te envolvió en una manta y se sentó contigo toda la noche, abrazando tu pequeño pecho contra el suyo. Y por la mañana, cuando llegó la coordinadora de adopción… no podía soltarte.

Tragué saliva con dificultad. Los ojos de Camila se llenaron de lágrimas. Siempre supe que mi parto fue complicado, pero mi madre nunca compartió mucho más.

“¿Me entregó porque estaba sana?” susurró Camila.

—No, cariño —dijo la tía Sofía—. Te entregó porque sabía que sobrevivirías. Y quería darle al menos a uno de ustedes una vida que no comenzara con dificultades.

La habitación cayó en un pesado silencio, interrumpido únicamente por el zumbido del viejo refrigerador.

“Creo que siempre tuvo la esperanza de que se encontraran algún día”, añadió. “Gloria nunca dejó de hablar de su ‘otra chica’. Ni siquiera al final”.

Camila se inclinó sobre la mesa y nos tomamos de la mano. El mismo temblor leve estaba allí… el mismo pulso.

No idénticos. Pero finalmente completos.

Ese fin de semana, mi esposo organizó la fiesta que había estado planeando a mis espaldas. Hubo globos, comida y un pastel enorme. Mis padres ya no estaban. No tenía hermanos… o eso creía.

Ahora, tenía a alguien que siempre había sido parte de mí. Solo que aún no lo sabía.

A veces, lo que parece una traición… es en realidad una bendición disfrazada. Y a veces, lo más descabellado que dice tu hijo resulta ser la historia más verdadera que nunca supiste que era tuya.