Al principio, pensó que lo superaría rápidamente. Unas cuantas apariciones simuladas. Un divorcio discreto. Quizás incluso un acuerdo económico. Pero cuanto más tiempo se quedaba, más complicada se volvía la situación.
Ethan no era el hombre de negocios frío y arrogante que ella esperaba. Era intenso, sí. Pero también cariñoso. Vulnerable. Dormía poco. Le hacía preguntas sobre libros. La dejaba hablar —hablar de verdad— y a veces lo sorprendía observándola como si intentara comprender cómo alguien como ella había entrado en su vida.
Lo que más le asustó fue que ella empezaba a simpatizar con él.
Pero su pasado no había terminado con ella.
Una noche, Ethan encontró un sobre manila en la encimera de mármol de la cocina. No tenía remitente. Dentro había tres cosas: una foto de Olivia —o mejor dicho, Anna— en el juzgado, una copia del artículo que había escrito con su nombre real y una nota que decía:
¿Tu nueva esposa aún cree en secretos? Pregúntale sobre Halvex Biotech.
Ethan leyó el contenido dos veces. Y una vez más.
Una tormenta rugió en sus ojos. Ella le había mentido. Todo: su nombre, su historia, la entrega accidental del correo. ¿Era el destino? ¿O una trampa?
Cuando ella llegó a casa esa noche, él la estaba esperando.
“¿Quién eres?” preguntó levantando la foto.
Olivia, no, Anna, se quedó congelada.
Tiró el sobre sobre la mesa. «Dime la verdad». Toda la verdad.
Bajó la mirada, respirando con dificultad. “No planeé nada. Lo juro. Al principio no sabía quién eras”.
“¿Esperas que crea eso?”
—No —dijo en voz baja—. Pero no mentí para hacerte daño. Me escondí. Por mi vida. Nunca pensé que me encontraría en esta habitación. Nunca pensé que me elegirías.
El silencio llenó el espacio entre ellos.
Finalmente, susurró: «Estaba intentando desaparecer. Y entonces entré en tu mundo y me di cuenta… que ya no quería desaparecer».
La miró fijamente. La mujer con la que se había casado por capricho, la que ahora guardaba la mitad de sus secretos, tenía sus propios secretos. Secretos peligrosos.
Y, sin embargo, una parte de él dolía al pensar en perderla.
“No sé si puedo confiar en ti”, dijo.
—No te culpo —dijo—. Pero no vine aquí a destruirte. Vine a sobrevivir.
Él miró hacia otro lado con la mandíbula apretada.
Y luego, en voz baja, añadió: «Pero tal vez juntos… podamos dejar de escondernos. Los dos».
Epílogo — Seis meses después:
No se divorciaron. Ni vivieron en un cuento de hadas. Pero una llamada de Ethan puso fin a la colaboración de KadeTech con Halvex Biotech. Anna publicó un último artículo, esta vez bajo su nombre real, revelando la verdad sobre Halvex y saliendo de las sombras.
¿Y Ethan?
Dejó de creer en el amor como una transacción.
Porque la chica que entró por la puerta no sólo cambió su vida.
Ella lo salvó.