
“Natasha… no quiero alarmarte, pero… ¿ese es Logan?”
El miedo inundó mi cuerpo.
Sentado en una mesa de la esquina, vi a mi esposo con una joven sobre sus hombros. Ella reía, y él se inclinó para susurrarle algo al oído.

Nunca me había pasado algo así, ni siquiera en la universidad. Nunca pensé que fuera el tipo de mujer que armaría un escándalo. Pero mi cuerpo se movía solo.
En un instante, estaba justo en su mesa y mi arrebato los sobresaltó a ambos. “¡Logan, ¿hablas en serio?”, grité.
Mi esposo levantó la vista, confundido y sorprendido por un instante. Pero enseguida vi el alivio en su rostro y, lo peor de todo, su expresión se transformó en una sonrisa torcida.

Una pareja en un bar mirando hacia arriba | Fuente: Géminis
“Natasha, bueno, por fin”, dijo, con esa sonrisa tonta aún en el rostro. La chica a su lado, Brenda, me devolvió la sonrisa y me miró como si hubiera ganado.
—Logan —dije, pero él me interrumpió.
—Escucha, Natasha. Es mejor que lo sepas ahora. No necesito seguir ocultándolo —dijo con naturalidad—. Estoy enamorado de otra persona. Se acabó lo nuestro. Se acabó.
Así es. Sin vacilación. Sin remordimientos. Quería gritar, llorar, abofetearlo en su dichosa cara, pero de alguna manera, me quedé allí, paralizada.

Una mujer en un club de jazz con aspecto molesto | Fuente: Géminis
De repente, Lola me tomó del brazo, murmurando algo sobre cómo Logan se arrepentiría de esto algún día, y me condujo afuera.
Ni siquiera me di cuenta de que ella condujo mi auto directo a su departamento hasta que me sentó en su cama, donde finalmente me derrumbé.
A la mañana siguiente, tras apenas dormir, decidí ir a casa y confrontarlo. Quizás entraría en razón.
Pero cuando me detuve frente a nuestra casa, sentí que estaba redescubriendo su engaño.

Allí, en el césped, estaban todas mis pertenencias, esparcidas como si fueran basura. Ropa, marcos de fotos, incluso mis viejos libros del colegio, tirados sin pensarlo.
Y allí estaba, de pie en el porche con Brenda a su lado, sonriendo como si le hubiera tocado la lotería. Salí del coche, sintiéndome entumecido, y caminé lentamente hacia ellos.
Logan fue directo al grano. “No creo que haga falta recordártelo, pero esta casa es de mi abuelo y no tienes ningún derecho sobre ella”, dijo con desdén mientras mi rostro permanecía inexpresivo. “Estás fuera. Toma tus cosas y vete. Ahora mismo”.
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