Ninguna niñera podía pasar un día con los trillizos del multimillonario… hasta que llegó una mujer negra e hizo lo que nadie más podía hacer.

Naomi sintió un nudo en la garganta. No eran solo amigos. Por primera vez, la Mansión Carter se sentía como su hogar.

Y cuando los trillizos pusieron sus bracitos alrededor de Naomi y susurraron: “Nunca te vayas, mamá Naomi”, ella supo que había hecho lo que nadie más podía hacer.

No solo había calmado a tres niños fugitivos.
Les había devuelto su infancia.