Un ladrón adolescente se burla del juez, pensando que es intocable, hasta que su propia madre lo defiende.

 

Esa noche, sentado solo en su celda, Ryan revivió cada instante del día. Por una vez, no hubo sonrisas burlonas ni comentarios sarcásticos. Solo silencio, y el peso de las palabras de su madre, más pesado que cualquier sentencia que un juez pudiera dictar.

No era el confinamiento lo que lo asustaba, sino la idea de que si no cambiaba, podría perder a la única persona que nunca lo había abandonado.

Y en ese momento, apareció una grieta en el muro de arrogancia que había pasado años construyendo a su alrededor.