Un tendón se levanta cuando tocas tu meñique con tu pulgar.

Si no ves este tendón, ¡felicitaciones, estás mostrando un cambio evolutivo!

La presencia o ausencia de este tendón ofrece, sin duda, una conexión fascinante con nuestro linaje ancestral, y quienes lo poseen poseen un vínculo tangible con nuestro pasado evolutivo. Asimismo, quienes carecen de este tendón representan una evidencia tangible de la evolución humana en curso.

Las formas en que nuestros cuerpos conservan rastros de nuestra historia evolutiva no dejan de sorprendernos. Es notable considerar cómo nuestros rasgos físicos, incluso aquellos que parecen insignificantes u obsoletos, pueden revelar profundas revelaciones sobre nuestro viaje evolutivo.