Una joven enfermera bañó a un millonario en coma, pero cuando de repente despertó, sucedió algo milagroso.

 

Una joven enfermera bañó a un millonario en coma, pero cuando de repente despertó, sucedió algo milagroso.

Una joven enfermera estaba bañando a un millonario en coma, pero cuando este despertó repentinamente, ocurrió un milagro. Las luces fluorescentes del Hospital Cardiovascular privado Westbridge zumbaban suavemente mientras Anna Munro caminaba por los inmaculados pasillos blancos. Llevaba casi dos años trabajando allí, pero ese día se sintió diferente.

En el momento en que recibió la inesperada llamada del Dr. Harris, jefe de neurología, una extraña sensación la invadió. ¿Había hecho algo mal? ¿La estaban transfiriendo? Respiró hondo antes de llamar a la puerta de caoba pulida. Adelante.

Al entrar, encontró al Dr. Harris de pie junto a la ventana, con las manos entrelazadas a la espalda y su habitual mirada penetrante fija en los tejados de la ciudad. Su consultorio olía a antiséptico estéril y cuero precioso, y el aire era más denso de lo habitual. «Anna», dijo, volviéndose finalmente hacia ella.

Su voz era profunda y mesurada. «Tenemos una paciente que requiere cuidados especiales, pero este trabajo no es para cardíacos». Anna frunció el ceño.

“¿Esto no es para cardíacos?”, preguntó con cautela. El Dr. Harris la observó un momento antes de mostrarle un grueso expediente médico que yacía sobre su escritorio. “Grant Carter”, dijo.

Dijo. A Anna se le quedó la respiración atrapada en la garganta. Grant Carter.

El Grant Carter. Aunque no reconoció el nombre al instante, la portada del expediente lo decía todo: un recorte de periódico en blanco y negro que informaba sobre un terrible accidente de coche.

 

 

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