Después de dar a luz, mis hormonas cambiaron. Mi esposo no dejaba de repetirme que olía mal: “Hueles mal, vete a dormir al sofá de la sala”. Simplemente le dije algo tan simple que terminó molestándolo profundamente.

Después de dar a luz, mis hormonas cambiaron. Mi esposo no dejaba de repetirme que olía mal: “Hueles mal, vete a dormir al sofá de la sala”. Simplemente le dije algo tan simple que terminó molestándolo profundamente.

Me llamo   Daniela  , tengo 29 años y di a luz a mi primer hijo hace tres meses en el   Hospital General de la Ciudad de México  . Mi esposo,   Rodrigo López  , es director de marketing en una empresa de Guadalajara. Es guapo, simpático y proviene de una familia adinerada de   Polanco . Nuestro matrimonio se viralizó en Facebook; todos decían que tenía suerte. Pero tan solo tres meses después  del nacimiento de   Emiliano  , mi vida parecía desmoronarse.

 

Después de dar a luz, mi cuerpo cambió: subí casi 20 kilos, mi piel se oscureció y, lo que más me molestó, me apareció un olor extraño. Me lavaba varias veces al día y usaba gel de ducha, pero el olor persistía, probablemente debido a las hormonas posparto. Sé que esto les pasa a muchas madres, pero no me quita la vergüenza, sobre todo cuando Rodrigo empezó a mostrar su desprecio.

Una noche, mientras amamantaba a mi bebé, llegó Rodrigo con cara de asco. Se desplomó en el sofá de la sala, me miró y me dijo:
«Daniela, hueles mal. Esta noche duerme aquí en la sala y no se lo digas a nadie».

Me quedé paralizado. Intenté explicarlo:

 

 

 

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