Enfermera abusa de su poder, humilla a mujer negra embarazada y llama a la policía

Enfermera abusa de su poder, humilla a mujer negra embarazada y llama a la policía

Enfermera humilla a mujer negra embarazada y llama a la policía, pero la llegada del marido lo cambia todo

En la sala de espera de la sala de maternidad del Hospital St. Andrews de Atlanta, Maya Thompson esperaba ansiosa. Con veintiocho semanas de embarazo, cualquier dolor inusual la preocupaba. Esa mañana, unos calambres inusuales la alertaron, lo que llevó a su obstetra a recomendar una consulta de emergencia. Esperaba apoyo, receptividad y tranquilidad. Lo que recibió, en cambio, fue una recepción tensa y hostil.

En el mostrador, la enfermera Linda Parker, de mediana edad, tenía un tono seco y una mirada impaciente. Maya se acercó en silencio, con una mano apoyada en su vientre redondeado, y dijo: «Hola, soy Maya Thompson. Mi médico me dijo que viniera de inmediato para una revisión urgente; tengo cólicos».

En lugar de comprender, Linda puso los ojos en blanco. “¿Tienes una cita?”, preguntó secamente.

Me dijeron que viniera enseguida. El Dr. Reynolds me está esperando.

Linda suspiró con fuerza. “Siempre creen que pueden llegar sin papeles. Siéntense, nos vemos cuando podamos”.

La frase “ustedes” le dolió a Maya. Sutil, pero impactante. Tragó saliva con dificultad, intentando mantener la calma. “Solo estoy preocupada por mi bebé… ¿Podrías hablar con la Dra. Reynolds?”

Una mueca burlona le partió los labios a Linda. «O simplemente exageras para adelantarte a los demás. Tenemos verdaderas emergencias aquí».

Humillada, Maya tomó asiento, conteniendo las lágrimas. Los demás pacientes la miraron con una mezcla de lástima y vergüenza, sin intervenir. Después de veinte minutos, el dolor se intensificó y volvió a acercarse al mostrador.

“Por favor, esto está empeorando”, susurró.

 

 

La mirada de Linda se endureció. “Ya basta. Si haces un escándalo, tendré que llamar a seguridad”.

A Maya le parecía imposible comprender este trato. Sin alzar la voz, simplemente pidió ayuda. Sin embargo, Linda contestó el teléfono. «Voy a notificar a la policía; este comportamiento es inaceptable».

Una intensa conmoción llenó a Maya. Retrocedió, con el corazón latiendo con fuerza, con un miedo terrible de ser arrestada cuando lo único que deseaba era que la cuidaran, embarazada y vulnerable. Las lágrimas le corrían por el estómago.

Momentos después, al entrar dos policías, las puertas de cristal se abrieron de nuevo. Un hombre alto, vestido con un traje azul marino, entró en la habitación con visible determinación. Su mirada se cruzó con la de Maya, luego con la de Linda y luego con la de los agentes. Era David Thompson, el esposo de Maya.

En cuestión de minutos, la atmósfera cambió radicalmente.

“¿Es usted su marido?” preguntó un policía, ya más conciliador.

“Sí”, respondió David con firmeza, abrazando a Maya, quien se recostó en él con alivio. “¿Por qué mi esposa embarazada, enviada aquí por su médico, está llorando delante de dos policías en lugar de recibir ayuda?”

Linda cruzó los brazos. “Estaba interrumpiendo el servicio, negándose a esperar… Tuve que seguir el protocolo…”

David lo interrumpió con calma: “Los protocolos no incluyen insultos raciales ni negligencia hacia un paciente en apuros. ¿Utilizó o no el término ‘ustedes’ de manera degradante?”

 

 

 

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