La dejó hace años; ahora su exesposa reaparece con trillizos que imitan su rostro.

 

 

Sólo con fines ilustrativos

Hacía años que no lo oía. Se había entrenado para no pensar más en ello. Para no recordarlo.

—Déjalo en mi escritorio —respondió intentando mantener un tono casual, aunque su pulso lo delataba.

Cuando Barbara se fue, Chris recogió el sobre con las manos ligeramente temblorosas. No necesitó abrirlo para adivinar quién lo había enviado.

Jasmine Carter. Su exesposa. La mujer que una vez significó más para él que nada en el mundo, hasta que dejó que su sed de éxito lo destruyera todo.

Los recuerdos lo inundaron: su pequeño apartamento, su primera boda. Su risa llenando las habitaciones. Las mañanas en que le llevaba café a la cama. Las discusiones que empezaron en susurros antes de convertirse en tormentas. El momento en que ella dejó su vida, con lágrimas en los ojos, diciéndole que no podía competir con su obsesión por el poder.

“Ahora no”, murmuró, guardando la carta en el cajón de su escritorio. Tenía que cenar. Gente importante lo esperaba.

Sólo con fines ilustrativos

El restaurante estaba tan lujoso como siempre: candelabros de cristal en el techo, música suave de fondo y camareros moviéndose como sombras.

Chris se sentó a la cabecera de la mesa, fingiendo reírse de chistes que había escuchado cientos de veces antes, participando en una conversación educada con personas cuyos nombres apenas recordaba.

Uno de los miembros de la junta directiva, Harold, estaba contando una historia de la empresa.

 

 

 

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