El cambio repentino
Justo entonces, ocurrió algo extraordinario. Sombra, quien momentos antes parecía demasiado débil para moverse, levantó la cabeza. Sus ojos llorosos se iluminaron con un resplandor de fuerza. Apretó la nariz firmemente contra el pecho de Michael y emitió un sonido suave, casi tranquilizador.
El veterinario, que se había estado preparando en silencio, se quedó paralizado. Se acercó con el ceño fruncido y se inclinó para examinar a Shadow. Hubo un momento de silencio, interrumpido solo por las lágrimas de Michael. Entonces, el veterinario habló en voz baja pero sorprendido: «Espera… su ritmo cardíaco es más fuerte que antes. Esto… esto no es lo que esperaba».
Esperanza reavivada
Los sollozos de Michael se calmaron al levantar la vista, con el corazón latiendo con una frágil esperanza. El veterinario lo examinó de nuevo, con la incredulidad reflejada en su rostro. Sombra no había sanado, pero algo había cambiado: su cuerpo respondía a la presencia de su amo, al amor que lo envolvió en esos últimos minutos.
En lugar de apresurar el procedimiento, el veterinario le puso una mano en el hombro a Michael. “Esperemos”, dijo con dulzura. “A veces el amor es más efectivo que la medicina”.
Michael asintió, con lágrimas aún fluyendo, pero esta vez mezcladas con una leve sonrisa. No sabía cuánto tiempo más viviría Sombra, si serían días o semanas, pero de una cosa estaba seguro: cada segundo a partir de ese momento sería tan valioso como el oro.
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