Me gustaría conocerte en persona. Es hora de que hablemos cara a cara.
Leah estaba nerviosa. Aún no sabía quién era realmente ni por qué hacía todo esto. ¿Era una farsa? ¿Y si tenía segundas intenciones? Aun así, una parte de ella no podía evitar sentirse emocionada. Después de todo, Max ya le había cambiado la vida de muchas maneras.
La reunión quedó fijada para la tarde siguiente, en un café tranquilo. Leah llegó temprano, agarrando su teléfono mientras esperaba. No sabía qué esperar; ni siquiera estaba segura de creer lo que le estaba sucediendo.
Entonces se abrió la puerta del café y entró un hombre que irradiaba poder y confianza. Alto, bien vestido, con un rostro digno de portada de revista. El corazón de Leah se aceleró. Era él: Max Carrington.
Se acercó a su mesa con una cálida sonrisa.
«Leah», dijo, extendiendo la mano. «Un placer conocerte por fin».
Leah le apretó la mano, todavía incrédula.
“No esperaba que… te vieras así.”
Max se rió entre dientes.
“Supongo que te sorprendí en más de un sentido”.
Se sentaron, y Leah se abrió a él como nunca antes. Le contó sus luchas, su pasado, lo que había tenido que hacer para sobrevivir. Max la escuchó atentamente, sin juzgarla, sin interrumpirla. Sintió como si se hubiera quitado un peso de encima.
Luego, a medida que la conversación avanzaba, Max se inclinó ligeramente hacia mí con voz suave:
«Leah, no te ayudé solo porque podía. Conozco tu lucha por un futuro. Pero también quiero que sepas que ya no tienes que hacerlo sola. Tú y Charlie… tienen un futuro conmigo, si lo desean».
Leah parpadeó.
“¿Qué quieres decir?”
Max sonrió.
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